-Es absurdo que te empeñes en seguir así. Sencillamente absurdo -repitió-. Y todo, ¿por qué? ¡Por un sólo hombre, por un sólo hombre!
-Pero es el único que quiero.
-Cómo si no hubiese millones de hombres en el mundo.
-Pero yo no los quiero.
-¿Cómo sabes si no lo has intentado?
-Lo he intentado.
-Pero ¿con cuantos? -preguntó su amiga, cogiéndose despectivamente de hombros-. ¿Con uno? ¿Con dos?
-Con docenas de ellos. Y fue inútil- dijo ella.
-Pero debes seguir intentándolo- le aconsejó su amiga sentenciosamente. Pero era evidente que la confianza que le habían inspirado sus propios consejos había sido un tanto socavada-. Sin perseverancia no se consigue nada.
-Pero entretanto...
-NO PIENSES EN ÉL.
-NO PUEDO EVITARLO.
-Pues toma un poco de alcohol.
-Ya lo tomo.
-Pues sigue haciéndolo.
-Pero en los intervalos sigo queriéndolo, siempre lo querré.
-Bueno, pues si es así -dijo su amiga, energética- ¿por qué no vas de una vez por todas por él? Tanto si quiere como si no.
-¡Si supieras lo raro que estuvo!
-Razón más para adoptar una línea de conducta firme.
-ES MUY FÁCIL DECIRLO.
-Deja de pensar tonterías y actúa. -La voz de su amiga semejaba el sonido de una trompeta, parecía estar dando una conferencia-. Sí, actúa inmediatamente.
-Me da vergüenza. -dijo ella.
-Te bastará con un vaso de alcohol para perderla.